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Por el contrario, fue tan malo como los reyes de Israel. Tanta fue su maldad, que hasta sacrificó en el fuego a su hijo, para ofrecérselo a un dios falso, que era una ceremonia repugnante que practicaba la gente que antes vivía en aquella tierra que el Señor le dio a su pueblo Israel. También sacrificó y quemó incienso en los santuarios de las colinas y en los numerosos altares que había bajo los árboles frondosos.

Un día, el rey Rezín, de Siria, y el rey Pecaj hijo de Remalías, de Israel, le declararon la guerra a Acaz, y sitiaron a Jerusalén; pero no la pudieron conquistar.

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